Curaduría Clarisa Appendino
Ciclo de Exposiciones Individuales Retrospectivas Contemporáneas
Fundación Osde, Rosario, Argentina.
Año 2017
Correr para atrás
El adentro y el afuera […] están en una permanente guerra por la supremacía; pero no son como dos ejércitos que se enfrentan, sino más bien fuerzas que se suceden, en una guerra de metamorfosis y devoraciones.
César Aira
Se estira para ver, espía por una perforación anómala a través de un frontón, no hay pelota ni raqueta, se agacha, esquiva obstáculos, inventa un juego, atraviesa un espacio. Entre estos movimientos, mirar puede ser una de las formas del destierro o del errar. Cuando se está en la frontera del interior y el exterior, se mezclan las cosas del arte con las del mundo: ellas se suceden, se devoran (− ¿hay contradicciones?) Este es, repentinamente, un modo del andar mientras se recolectan marcas. Las cosas y los recorridos son observados desde la perspectiva de alguien que va mirando el piso, alguien que sitúan un punto de vista, una altura de la mirada como de quien está buscando algo. Espigadoras y espigadores. Las actividades son variadas: caminar mirando el piso, recoger marcas del espacio o, incluso, dejar señales en un lugar. Inventar estas marcas es algo que aparece como una práctica, hace de aquella mirada y aquel andar una topografía, o tal vez una poética.
Existe la acción de espigar en lo urbano o en cualquier lugar o circunstancia, porque lo que interesa es la actividad de recoger algo que está abandonado, inadvertido, casi desechado y recolectarlo. A esta acción le sigue otra: el reencuentro con las cosas. Lo que se pone en juego es el uso y su nombre. El impulso de usar las cosas luego de reencontrarlas se transforma en un interrogante contante. Y en esa pregunta todo vuelve a nombrarse de manera frágil y provisoria en la escritura de un poema infinito: Datatraveler, Loekemeyer, Centavos, Unánime, Silver shadow, Curitas, Artesanal, Sencillo, Forged steel, Cierra sola, Dual pleasure, Smile, Rutilante, Vandos. El nombrar se desplaza por un terreno resbaladizo y las imágenes se constituyen desde la adecuación o tensión del lenguaje con aquello que recolecta: esculturas con fotografías, objetos con dibujos, juegos con murales, volúmenes rígidos con moldes efímeros. Inevitablemente los lenguajes se metamorfosean y se suceden. La sala no es sólo un contenedor de obras, sino un espacio que se transforma en un punto de vista desde el cual mirar, un sitio donde se muestra algo que era visible pero oculto, un intersticio entre el adentro y el afuera que reconfigura el andar. Entonces mira, salta, se agacha, esquiva obstáculos, se asoma por una perforación anómala, recoge un papel, mira para atrás, se refleja entre el brillo, corre, camina, vuelve a mirar, lee, cuenta postes, sigue caminando, corre para atrás, no descansa… sigue buscando algo en el piso.
Clarisa Appendino